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Mar Peté

Desde mis tacones

¡Qué casualidad!

images-9Pero qué meticonas son las obsesiones y qué malasangre me corre por las venas cuando me empeño en que me pase algo y ese algo se empeña en no pasar. Y para colmo, soy de las que si estoy deseando que algo me ocurra o que mi camino se cruce con otro camino, así como el que no quiere, por mucho que me esfuerzo, no me sucede nunca. Entonces me da tal bajón que llego al punto en que me conformo, me desilusiono y lo doy por perdido.

Y cuando ya creo que empiezo a no darle vueltas al asuntillo en cuestión, se cumple eso de que lo malo puede convertirse en peor y lo peor en hiper-peor. Lo sé porque me he pasado la mitad de mi vida esperando que él, ese que es el más de los mases dejara de tener novia, ¡madre mía, llegué a creer que aquellos dos eran ya novios antes de nacer! Y sí, un día llegó la ocasión, él y ella dejaron de ser ellos. Y a mí, aún me temblaban las piernas cada vez que pasaba por delante de su portal, y lo cierto es que me daba una enfermiza gana de ir al aseo solo de pensar que me saliera al paso, así, de sopetón. Y llegó el día, él me fue a buscar y me encontró. Y ahí llegó mi desengaño con la suerte, porque yo, desde entonces, estoy muy enfadada con el destino. La libertad amorosa de mi idolatrado amor platónico me encontró a mí pillada hasta las trancas del que en ese momento era el chico de mis desvelos. ¿Y de quién fue la culpa? Pues de mi educación mega-empática, a ver cómo le decía yo a mi chico eso de: “Ahí te quedas Lucas, que el otro está de oferta”. Así que ahí me quedé, y nuestros caminos no se cruzaron. Y desde entonces, nuestra historia de amor es así, ahora tú, ahora yo y hasta ahora nunca han querido los hados del destino que seamos tú y yo, para convertirnos en nosotros.

-¿Será la mala suerte?

-No, yo creo que es la casualidad.

-Nunca la minusvalores, es una muy buena amiga.

Quizá la casualidad sea mucho más sabia que yo. Quizá ella sea capaz de desear lo mejor para mí con más acierto. Bueno, la verdad es que para atinar más que yo tampoco hay que matarse…

He decidido dejar de echarme un pulso con la vida. No tiro la toalla, qué va, pero voy a dejar que las batallas guerreen solas, que ya veré yo si las peleo o no. Y mientras sí y mientras no, estoy segura de que mi amiga la casualidad me llevará de la mano por vidas insospechadas, por lugares inesperados y por cruces de caminos capaces de despertar ilusiones dormidas, emociones hibernadas y corazones de esos desbocados que galopan tan fuerte que hasta borran el camino de vuelta.

Cuántas veces he cerrado los ojos deseando que al fin la vida nos haga a ti y a mí compartir el mismo cielo con estrellas, la misma almohada y el mismo aroma a café mañanero. Y qué conseguí, pues nada. Quizá el secreto esté en dejar de cerrar los ojos imaginando todas esas majaderías. Va a ser mejor tener los ojos bien abiertos para que no se me escape nada, no vaya a ser que un día te pongas frente a mí y me pilles soñando con ese momento y pases de largo por creerme dormida.

-Yo estoy muy segura de que algún día será nuestro tiempo. Nos pongamos como nos pongamos, eso va a suceder.

-Y bien, ¿por qué no hacemos que pase ya?

-Porque en este momento, ni yo soy yo sola, ni tú eres tú solo. Ese día lo quiero vivir sin prisas, sin mentiras, con testigos y con la casualidad de nuestro lado.

Y mientras mi casualidad se pone de acuerdo con tu casualidad, la vida me va regalando momentos especiales, porque nada pasa por pasar, qué va. Probablemente mi vida hoy no habría sido tan intensa como lo ha sido. Posiblemente yo habría sido una más de tus conquistas y ahora… ¿dónde estaría? Pues en un contacto de whatsAap bloqueado o borrado. Por eso, voy a hacer caso de aquella canción:

“No hay que llegar primero, pero hay que saber llegar…”, y en los casos del corazón, no hay nada como llegar la última, que la primera tuvo su tiempo, pero también se tragó torpezas y desatinos de principiante y las otras fueron una más. Lo cierto es que, a estas alturas, yo los prefiero enseñados ya, nada de gatillazos mentales de novatos.

Y sí, la casualidad existe. Es esa buena amiga que me acompaña cada día y que hace que tú y yo, casualmente, algún día seamos nosotros, aunque eso jamás sucederá por casualidad.

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Sobre el autor

Contar historias, soñar ilusiones, sentir la vida, compartir sensaciones, descubrir secretos, atravesar lo prohibido... Porque vivir es reír y disfrutar, es contagiarse de la alegría. Porque detrás de cada experiencia siempre hay miles de caminos esperándonos y yo me niego a quedarme quieta. Y como no hay nada como ser el protagonista de nuestros errores y aciertos, de nuestras dudas y de nuestras decisiones, aquí estoy, dispuesta a pasar contigo estos relatos llenos de magia. Un día descubrí que escribir desde lo alto de mis tacones era mucho más divertido y entonces me di cuenta que desde aquí arriba la vida se veía tan bonita que decidí compartirlo. Quizá al leer mi blog te digas: "esto me pasó a mí", "anda, esto me suena", "qué bueno, nunca se me habría ocurrido", "¿será posible que estas cosas ocurran?". Con el deseo de que lo disfrutes cada semana con una sonrisa, de que te haga revivir sensaciones y, sobre todo, para que entre risa y risa, también te ayude a darle vueltas a la cabecita y después salgas a comerte el mundo, antes de que el mundo te coma a ti. ¡Bienvenido al blog "Desde mis tacones"!


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