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Mar Peté

Desde mis tacones

Tontilusiones

kkDicen que esto del amor está muy sobrevalorado, y si lo dicen por algo será, ¿no? También comentan que cuando uno encuentra el amor de su vida no lo cambiaría por nada, claro que eso está bien mientras la otra parte tampoco te cambie a ti por una que pasaba por allí… Pero con quereres o sin quereres, yo soy muy de sobrevalorar esas ilusiones tontainas que me gustaría verlas hechas realidad ¡y luego… ya veríamos cuánto valor les daría!

Yo por ahora te cambio una escena de príncipe trasnochado con rodilla hincada en el suelo y cara de agilipollado prometiéndome infinitas sandeces, que tú y yo bien sabemos que lo más probable es que no se cumplan, por una pintada en un puente de la autovía con tu nombre y el mío y un “TE AMO” en letras mayúsculas, ¡pero dónde va a parar! Si solo de pensarlo me da regustillo por dentro. ¿Tú sabes la de conductores que cada día pasarían preguntándose quién será la suertuda beneficiaria de tal muestra de amor infinito grafiteado para la posteridad? Porque no quiero ni pensar los cataplines que has tenido que tener para colgarte ahí asomado a la barandilla del puente, cuerpo al aire y poniendo en juego tu vida a cambio de darle vidilla a la mía. Vamos, ni media docena de whatsApps en un día de bajón llenos de corazones vale tanto como una pintada de autovía, ¡eso no me lo discute nadie! Fíjate que hasta estaría dispuesta a pedir oficialmente que se declarara monumento artístico internacional a esa pasarela para que así estuviera protegida y ningún descerebrado se le ocurriera pintarrajear encima.

También soy de las que cuando me dicen: “¿Te vienes a…?”, antes de que acaben la pregunta, allí estoy. Reconozco que por un sarao, un plan sin plan, una fiesta y una barra de bar con musiquilla soy capaz de todo y de más. Lo cierto es que hasta mandaría todo eso a paseo, pondría en modo avión mi móvil y me disolvería en la nada, si es preciso, a cambio de tener contigo diez minutos sin hablar pero mirándonos a los ojos, de decirnos sin decirnos y entenderlo todo, que me faltasen las palabras y nos sobraran los motivos, por una chimenea encendida con calcetines de dibujitos y copa de vino en la mano, por sobrevalorar el amor hasta convertirlo en pasión, en revolcón y en vuelta a empezar. Fíjate si estaré tontilusionada que la cabaña en la montaña está ya reservada, las maletas las tengo hechas y aquí estoy, asomada a la ventana con la vista clavada en el final de la calle esperando ver tu coche a lo en Pretty woman y eso que ni tú eres Richard Gere ni yo soy una putita graciosa, pero ¿acaso puede haber algo más bonito que imaginar a cambio de tener el móvil apagado durante todo un fin de semana?

¡Y qué decir de un: “Para toda la vida”! ¿Pero si es que eso estaba muy bien para aquellos tiempos en los que nuestra esperanza de vida era una mierda? Que no puede ser, que no. La ciencia por un lado investigando para que algún día todos lleguemos a los cien años, la dólar-medicina empeñada en que cada vez parezcamos más jovenzanos y así nos dé por operarnos de todo lo que se pueda caer o arrugar y a base de silicona y botox volvérnoslo a poner otra vez para arriba y estirado… Pues eso, que yo no estoy en contra de querernos hasta las trancas y más, ¿pero así de intenso durante cien años? Solo de pensarlo se me cae lo que me había subido y se me estruja todo lo planchado. ¿No sería mejor cada par de años ir renovando los votos? Y oye, que no te digo yo que a lo mejor voy e insisto con el mismo, que una vez que ya nos hemos hecho a los ronquidos del uno y a los pies fríos de la otra… pues igual ya no estamos con el ánimo de actualizar el estado y andar reseteándonos con manías de alguien diferente. Pero al menos, cada dos años habría que desear ganarse la plaza, habría que volver a opositar, a concursar por los puntos, a hincar los codos para que nadie te quite el puesto, a querer volver a querernos, a buscar aquel puente de la autovía y ampliar el “te amo” con un “más que ayer”, a ganarnos el cariño de la otra parte con el sudor de la frente y con misma la pasión o más que cuando me tontilusioné la primera vez.

Pues entre ilusiones, quereres, amores y tontainadas de las mías, tan feliz que voy por la vida a dos palmos del suelo más los quince centímetros de mis tacones, que esos también ayudan en estos asuntillos de amoríos y pasiones.

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Sobre el autor

Contar historias, soñar ilusiones, sentir la vida, compartir sensaciones, descubrir secretos, atravesar lo prohibido... Porque vivir es reír y disfrutar, es contagiarse de la alegría. Porque detrás de cada experiencia siempre hay miles de caminos esperándonos y yo me niego a quedarme quieta. Y como no hay nada como ser el protagonista de nuestros errores y aciertos, de nuestras dudas y de nuestras decisiones, aquí estoy, dispuesta a pasar contigo estos relatos llenos de magia. Un día descubrí que escribir desde lo alto de mis tacones era mucho más divertido y entonces me di cuenta que desde aquí arriba la vida se veía tan bonita que decidí compartirlo. Quizá al leer mi blog te digas: "esto me pasó a mí", "anda, esto me suena", "qué bueno, nunca se me habría ocurrido", "¿será posible que estas cosas ocurran?". Con el deseo de que lo disfrutes cada semana con una sonrisa, de que te haga revivir sensaciones y, sobre todo, para que entre risa y risa, también te ayude a darle vueltas a la cabecita y después salgas a comerte el mundo, antes de que el mundo te coma a ti. ¡Bienvenido al blog "Desde mis tacones"!


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