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Mar Peté

Desde mis tacones

No me vengas con cuentos

caperucita2Llegan duros tiempos para los que viven del cuento porque resulta que ahora Caperucita en su cestita lleva un GPS detector de caminos sin retorno y va a ser complicado que, por muy feroz que te creas, la lleves al huerto por el atajo… así que como no te andes con ojo, lobo lobito, vas a acabar en la cama pero con la abuela, en el cuarto de lo prohibido y sin escapatoria. Y lo más seguro es que nadie te dirá eso de “qué orejas tan grandes tienes”, “qué ojos tan grandes tienes” ni que nada es grande porque del susto que vas a tener en el cuerpo dichoso lobo feroz, no va a haber nada que se te ponga grande y cuando digo nada, es nada.

Y para qué decir del príncipe con ese complejo de alarma despertador. Anda que no estamos más que espabiladas las princesas ahora, como para que nos venga uno vestido con pantuflas, marcando paquete, con melenita a lo sota de bastos y que se crea que por darnos un morreo, con o sin lengua, nos vamos a arrebatar tantísimo que hasta vamos a dejarle un lado en nuestro catre y además, el muy iluso, se imagine que no ha habido un antes que él en nuestras vidas. Este de lo que no tiene ni idea es de las juergas palaciegas que me he pasado yo, ¡como para que se piense, el muy tontainas, que aquí estaba yo hilando y deshilando hasta pincharme con el huso de una rueca!

Lo que sí que estoy deseando es cruzarme con el líder de los sacamachos, sí, con el cabecilla de los de vamos a contar mentiras tralará, el tan inigualable como inefable Pinocho. Anda que como no se resetee y se reinvente, me temo que lo de la nariz está ya muy visto. Además, nosotras ahora llevamos de serie un polígrafo de lux incorporado y sabemos, sin temor a equivocarnos, cuando nos dan gato por liebre o cuando una trola es la única escapatoria de los Pinochines. Yo, por mi parte, les recomiendo que si ha de crecerles alguna cosilla, que se esmeren un poco más, y ya puestos, pues que les crezca algo más útil que la nariz… si total, la mentira no me la voy a creer, pues al menos que me sirva para bien el oír tamaña falsedad.

Lo que yo no tengo muy claro es si el centimito se lo va a encontrar la ratita presumida o el gato ese que está empeñado en casarse con ella, porque igual, el minino, con tal de hacer méritos ante la indiferencia de la rata va y le propone negociar las tareas de la casa para cumplir con el asunto este de la paridad doméstica. Me temo que por un mísero centimito no creo que vaya a sacar todas sus armas la roedora y mejor así, porque tendríamos el final del cuento cambiado y podríamos ver al iluso micifuz con un lindo lazo en su rabito y roneando para que la dura ratona le conceda el honor de cortejarla.

Pero al que no quiero perderme es al desdichado príncipe que anda buscando de casa en casa, como alma en pena, a una dulce chiquilla que, con las prisas, dejó atrás su zapatito de cristal. La cosa es que siempre he pensado el poco glamour que debió llevar la Cenicienta bajando las escaleras a todo lo que daba coja perdida y, para colmo, volver a casa en lo alto de una calabaza tirada por unos ratones de tres al cuarto… Y luego, cuando a mi madre yo le decía que llegaba tarde porque había huelga de autobuses nunca se lo tragaba, ¡si llego a saber que lo de esta era más creíble, se lo hubiera soltado! Y yo aquí, asomada a la ventana a ver si lo veo llegar y tocar a mi puerta con el zapato en la mano, porque pienso abrirle el fondo de armario de mis tacones y reírme en su cara:

−¿Acaso tú crees que si yo pierdo uno, estaría aquí llorando y suspirando para que vinieras?

Para mí que este lo que está es desesperado, quizá el que está deseando encontrar el zapato es él y corretear taconeando por los salones de palacio como las locas.

Está claro, a mí no me vengas con cuentos porque como nunca me gustaron las perdices, que se las coman otros. Yo soy más de un érase una vez y otra vez y así hasta decir basta, que no estoy para tonterías de colorines y colorados y mientras unos viven del cuento yo prefiero ser la que te lo cuente y elegir el final que más me interese, porque cuando me conviene prefiero estar al otro lado del espejo de ese país maravilloso y, como la reina de corazones, resolver cualquier entuerto al grito de guerra de: ¡Que le corten la cabeza!

 

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Sobre el autor

Contar historias, soñar ilusiones, sentir la vida, compartir sensaciones, descubrir secretos, atravesar lo prohibido... Porque vivir es reír y disfrutar, es contagiarse de la alegría. Porque detrás de cada experiencia siempre hay miles de caminos esperándonos y yo me niego a quedarme quieta. Y como no hay nada como ser el protagonista de nuestros errores y aciertos, de nuestras dudas y de nuestras decisiones, aquí estoy, dispuesta a pasar contigo estos relatos llenos de magia. Un día descubrí que escribir desde lo alto de mis tacones era mucho más divertido y entonces me di cuenta que desde aquí arriba la vida se veía tan bonita que decidí compartirlo. Quizá al leer mi blog te digas: "esto me pasó a mí", "anda, esto me suena", "qué bueno, nunca se me habría ocurrido", "¿será posible que estas cosas ocurran?". Con el deseo de que lo disfrutes cada semana con una sonrisa, de que te haga revivir sensaciones y, sobre todo, para que entre risa y risa, también te ayude a darle vueltas a la cabecita y después salgas a comerte el mundo, antes de que el mundo te coma a ti. ¡Bienvenido al blog "Desde mis tacones"!


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