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Javier Ballesta

Acuse de recibo

El bastón de mando

La celebración de Santo Tomás de Aquino en las universidades españolas queda resumida al solemne y largo acto que,  año tras año y siempre con el mismo ritual, sirve de oportunidad para ensalzar los hitos de la vida académica, donde los reconocimientos tienen un valor importante, como son los premios extraordinarios a los estudiantes que lograron mejores expedientes en grado y los del doctorado que ocupan un lugar destacado.

Quizás sea esa parte del guión, junto a la entrega de medallas a la dedicación universitaria para los trabajadores de la casa la que más me emociona.

Ver salir a cantidad de jóvenes al estrado, con esa frescura propia de la espontaneidad rompe toda la formalidad y es el éxito multicolor y diverso de una juventud que brilla triunfante.

De igual forma valorar y reconocer a aquellos que hacen su trabajo bien hecho, como debe ser y son llamados es una apuesta por valorar el oficio.

Me refiero a esas Medallas a la Dedicación Universitaria que  recogen los  docentes y personal de administración de servicios, tras pasar la barrera de los veinticinco años en la empresa. Un gesto que tiene un gran valor.

Al mismo tiempo, el acto se aprovecha para nombrar algún doctorado “honoris causa” que es el modo de culminar ese momento de “gloria” en el que el saber es ejemplificado en un erudito que nos encandila con sus decires y, en ocasiones nos hace también aterrizar sobre el valor del conocimiento.

Sin embargo, en  algunas ocasiones el resplandor se cruza en la larga espera, diría densa y cansina que a muchos- reconozco que es mi caso- nos inquieta,  por esa liturgia académica que utiliza los tiempos de forma pausada, acompasada por orquesta y prolegómenos en latín dándole un tono tradicional que culmina con la “sermonata” del rector que aprovecha para decir lo que considera y contar aquello que muchos  aguardan expectantes para ver por dónde sale.

En esta ocasión, refiriéndome a la UMU, José Orihuela aprovechó la oportunidad del último adiós, en su discurso de despedida para hacer balance de la gestión realizada en sus cuatro años de mandato. Sus polémicas palabras para tal fin incluían una larga lista de logros, éxitos y muestras de lo mucho conseguido,  pero su verbo tropezó de sopetón con aquello de la UMU “alineada y alienada” que se encontró al llegar.

El bastón ahí se le fue de las manos porque, como pude comprobar en la expresión facial de algunos asistentes, mejor hubiera sido decir y reconocer que no todas las conquistas son propias, algunas son de los que nos preceden y también serán del próximo magnífico que coja el relevo.

La vida sigue, siempre adelante, contra viento y marea, porque todo suma y los sueños- como diría aquel- sueños son.

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El blog de Javier Ballesta

Sobre el autor

Articulista de Opinión del diario La Verdad. Profesor de la Facultad de Educación de la Universidad de Murcia. @javier_ballesta


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