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Joaquín García Cruz

Menuda política

A la mesa con cuchillo y tenedor

Ya quisieran para sí los partidos políticos un censo de afiliados tan nutrido como el que tiene la Cámara de Comercio de Murcia. Nada menos que 100.007 potenciales votantes figuran en el listado que se acaba de publicar como pistoletazo de salida para las primeras elecciones que celebrará el órgano cameral en los últimos ocho años, una etapa languideciente que ha estado marcada en España por la supresión que Zapatero impuso de las cuotas obligatorias, y en la Región por la longeva presidencia de Pedro García Balibrea, quien a sus 80 años se retira, ya cansado. Esta legión de pequeños empresarios y comerciantes llamados a las urnas en los 39 municipios que agrupa la Cámara de Murcia bien podría convertirse en una versión moderna de los 100.000 hijos de San Luis, por su capacidad -sobre el papel- para sostener o poner a temblar a gobiernos y ayuntamientos con la misma determinación que aquel contingente llegado de Francia en 1823 protegió a Fernando VII frente a los liberales. Aunque a mucha distancia de Croem (Confederación de Organizaciones Empresariales de Murcia), la poderosa organización patronal que dirige José María Albarracín, las cámaras de comercio constituyen un ‘lobby’ de notable influencia en el ámbito económico. De ahí que la sola apertura del nuevo proceso electoral haya excitado al mundo empresarial, por más que las votaciones no se producirán antes de la primavera de 2018, y pese a que nadie saca aún la cabeza del nido, a la espera de saber si José María Albarracín querrá encaramarse también al poder de la Cámara de Comercio. En el supuesto de que se presentara, no habría un solo candidato razonable con ganas de plantarle cara, dado que 12 de los 46 vocales que integran el Pleno de la Cámara están reservados por ley a la patronal, y ante la constatación de que el industrial del pimentón ha reforzado su liderazgo social, ha multiplicado los ingresos de una entidad que se hallaba al borde de la mendicidad financiera -como ahora están las cámaras- y se ha erigido en un referente nítido e incontestable del empresariado. Pero -y esta es la noticia-, Albarracín ya ha deshojado la margarita, después de meses amagando. No se presentará a las elecciones de la Cámara de Comercio, porque ha tomado otra decisión importante, aún no comunicada pero firme a fecha de hoy: optará a la reelección como dirigente máximo de la Croem, y no caerá en la tentación de buscar el doblete. Cuando se declaraba en sus discursos partidario de mandatos cortos en las instituciones, no hacía sino mostrarse coherente con su forma de pensar, aunque ahora vira en otra dirección debido a su convencimiento de que aún le faltan cosas por hacer al frente de la confederación. Quedan por tanto atrás sus mensajes deliberadamente confusos en los que apuntaba que quizá concurriría a los comicios de la Cámara. Eran una cortina de humo, que, convocado ya el proceso electoral, no tiene sentido mantener en pie. Con su ‘ya veremos, no descarto, puede que sí’, Albarracín no perseguía otro objetivo que disuadir a algunos de los empresarios que anhelan ser -o volver a ser- influyentes, pero que al timonel de la patronal no le parecen los mandatarios adecuados para la época presente.

Una vez descubiertas las cartas de Albarracín, el camino se despeja, así que pronto asomarán por el horizonte los primeros nombres de empresarios interesados en el asalto a la Cámara. Vaya por delante el de Salvador Huertas (automoción), quien echará cuentas para calibrar sus opciones antes de lanzarse a una carrera en la que podría conjeturarse -a riesgo de equivocación- que, llegado el caso, le acompañarían industriales ligados a la Cámara de otros tiempos, como los expresidentes Ángel Tomás y Ángel Martínez, y quién sabe si José García Gómez, el jefe de los conserveros. Cualquiera de ellos lo tendría difícil, debido a la cooptación de puestos en la Cámara por parte de los vocales reservados a la Croem, que suman más del 25% del Pleno. Pero, ojo, una cosa es que Albarracín no vaya en el cartel electoral, y otra bien distinta que no lance desde su ‘guardia de corps’ un satélite para orbitar en torno a la Cámara y hacer buena la metáfora que acostumbra a utilizar Pedro García Balibrea: «La Croem y la Cámara son entidades distintas, pero se necesitan mutuamente, como el cuchillo y el tenedor se necesitan para comer». La de 2018 será una primavera intensa dentro del mundo empresarial, con urnas instaladas casi al mismo tiempo en las tres cámaras de comercio de la Región, en la Croem, que convocará su asamblea electoral antes de junio, y en el Metal (Fremm), la federación de más peso en la patronal, a cuya presidencia, muy probablemente, aspirará por segunda vez Miguel López Abad (Desguaces París).

La Plataforma Pro Soterramiento se pone en la vía equivocada

Parece mentira que a estas alturas sea necesario instar a la observancia de la legalidad. La Plataforma Pro Soterramiento, a cuya perseverancia habrá que agradecer algún día una mejor ordenación ferroviaria en Murcia, se equivoca cada vez que lleva a cabo escraches frente a las viviendas de políticos, y cuando jalea en la calle a los vándalos encapuchados que causaron destrozos por más de 600.000 euros en la Estación del Carmen. Aquella noche incendiaria del 3 de octubre, la Plataforma estaba al otro lado de la vía, manifestándose pacíficamente, y allí debería mantenerse. Al otro lado de la violencia. En ocasiones como esta, viene a cuento un discurso histórico que John F. Kennedy pronunció en 1962 para justificar el uso del Ejército en Mississippi ante las graves algaradas contra una sentencia del Tribunal Supremo que declaraba inconstitucional la segregación racial:

«Los estadounidenses son libres de estar en desacuerdo con la ley, pero no de desobedecerla. Pues en un gobierno de leyes y no de hombres, ningún hombre, por muy prominente o poderoso que sea, y ninguna turba por más rebelde o turbulenta que sea, tiene derecho a desafiar a un tribunal de justicia. Si este país llegara al punto en que cualquier hombre o grupo de hombres, por la fuerza o la amenaza de la fuerza, pudiera desafiar largamente los mandamientos de nuestra corte y nuestra Constitución, entonces ninguna ley estaría libre de duda, ningún juez estaría seguro de su mandato, y ningún ciudadano estaría a salvo de sus vecinos».

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