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Miguel Rubio

Microhistoria(s)

Patrimonio al borde del camino

Otra página del patrimonio industrial de la Región que se borra. La Consejería de Economía y Hacienda acaba de hacer pública la subasta de sus casas de peones camineros. En total, veintidós fincas y edificios, algunos con más de un siglo de historia, que fueron testigos del despegue de las comunicaciones terrestres y de su importancia para el desarrollo de una comunidad, enclavada en un cruce de caminos, que ha confiado a las exportaciones (mineral, seda, frutas y verduras) y al turismo su sustento económico. Algunas de estas vías aprovecharon trazados que ya eran transitados en la antigüedad.

El informe técnico (realizado el pasado verano) que acompaña a esta operación de venta resulta demoledor. Da cuenta del penoso estado de conservación de estas viviendas y almacenes. En algunos casos no queda nada más que los cimientos. Las casas de peones camineros acogían a los trabajadores (y a sus familias) encargados de la construcción y conservación de las carreteras. Según señala el investigador Domingo Cuéllar Villar en su trabajo ‘La Región de Murcia, en clave de camino’, había una cada 10 o 15 kilómetros. Y como solían ubicarse en lugares aislados, estas propiedades contaban con pozos y hornos, entre otros equipamientos, para atender las necesidades básicas de sus inquilinos. La descripción que aparece en el expediente para la subasta señala que en muchas de estas fincas (la mayoría en la comarca del Noroeste) todavía quedan corrales, cuadras, aljbes y despensas. La suma que espera embolsarse la Comunidad por la venta de ese patrimonio no llega a 300.000 euros.

Fachada del antiguo parador de turismo de Puerto Lumbreras.

Las casas de los peones camineros no son el único recuerdo de esta página de la historia industrial que arrancó a finales del siglo XIX, También se conservan viaductos y, por supuesto, un alojamiento con solera, aunque ya fuera de servicio: el parador de turismo de Puerto Lumbreras. El albergue, como se le denominó al principio, data de la década de los años treinta y responde a un diseño dentro de la corriente del racionalismo de postguerra. El plan nacional de modernización de las carreteras obligó a plantearse también la necesidad de poner en marcha una red de alojamientos que funcionaran para dar servicio a los viajeros, cuando los desplazamientos eran eternos y había que hacer noche a mitad de camino. El Patronato Nacional de Turismo convocó un concurso público para su construcción, y en el jurado estaban arquitectos de prestigio como Zuazo, Moguruza y García Mercadal. Ganó el prototipo presentado por Arniches y Domínguez, un edificio sencillo de planta baja y ocho habitaciones. Posteriormente, el establecimiento de Puerto Lumbreras  sufrió reformas y ampliaciones, para adaptarse a las nuevas comodidades, por lo que el inmueble se desvirtuó. La estancia más noble es la que corresponde al bar, con una chimenea encastrada en la pared. Cuando cerró al público, a principios del año pasado, se dijo que reabriría como escuela de hostelería. Pero la promesa se la llevó el viento, como ahora las casas de los peones camineros.

Nuestro patrimonio cultural en pequeñas dosis

Sobre el autor

Mazarrón, 1967. Periodista de 'La Verdad' y guía oficial de turismo.


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