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Sargento Emilia

El poder del miedo

La sociedad española, con la bonanza económica, se convenció de lo poderoso que es Don dinero. Perdió el miedo y empezó a percibir que las normas ya no eran necesarias y que era legítimo infringirlas si se pagaba por ello.
El espectáculo televisivo estaba servido con programas de entretenimiento donde los participantes se despellejaban en directo, mientras hablaban de la vida de fornicadores famosillos y donde la intimidad más sórdida era destripada a golpes de lenguaje malsonante. Triunfaban entonces los moderadores con pluma que rebosaban maldad y que dejaban que el plató se convirtiera en un gallinero.
También tuvieron sus adeptos los programas conducidos por presentadores irreverentes y muy jóvenes, con un nivel cultural bajísimo y un lenguaje limitado que, a golpe de cámara con ángulos imposibles, se burlaban de los personajes de actualidad. Sus juegos de palabra carecían de ingenio y sus chistes infantiles, acompañados de pedorretas o bajadas de pantalones, no perdían ocasión de despreciar a los que ya no gozaban de divina juventud.
Las tertulias radiofónicas también se pusieron de moda, con unos tertulianos que opinaban sobre cualquier tema de actualidad desde sus atalayas de clase media alta. Todos mantenían posturas que rezumaban ignorancia y carentes de argumentos pero estaban dispuestos a batirse en duelo con todo aquel que les llevara la contraria, recurriendo a la descalificación cuando quedaba patente la incompetencia del opinador.
Con la crisis han empezado a triunfar los programas buen rollito, con presentadoras amables y educadas que hablan de lo cotidiano y que se indignan ante la inmoralidad que de alguna manera pretenden denunciar en sus programas mientras meten el dedo en la herida. Por aquello de la interactividad el público participa con sus llamadas para consultar problemas personales o donar generosamente dinerito al necesitado, resurgiendo así el concepto tercermundista de caridad.
La programación se satura de repeticiones hasta la saciedad de los directos relacionados con el clima o mejor dicho las consecuencias del mal tiempo, donde el periodista se mete en el agua hasta la cintura, aguanta el vendaval micrófono en mano o soporta absurdamente una nevada mientras le graba el cámara que le acompaña.
Pero atrás ha quedado el interés por la política internacional o los conflictos bélicos, las tertulias se centran ahora en las catástrofes naturales o en los sucesos mas sanguinarios de la sociedad española, los juicios por corrupción de famosos o situaciones de pobreza extremas. Sin profundizar en absoluto, cada autoproclamado experto opina sin conocimientos legales y sin disponer de datos objetivos sobre el asunto, siguiendo las reglas maniqueistas del bien y del mal en base a la información aportada por los medios de comunicación.
Con la crisis el miedo se ha apoderado de la mayoría que ha perdido lo que tenía. La falta de empleo y por lo tanto de ingresos ha dejado patente lo vulnerable que es el ser humano y la necesidad de poder contar con los demás. Por la cuenta que a uno le trae, ya no es momento de ser cruel sino solidario, aun que esos mismos que se enternecen con las historias de vida que narran las televisiones, son los que llaman a la policía cuando unos indeseables recogen alimentos de los contenedores o un mendigo tiene la desfachatez de masturbarse en la calle y no en su casa.

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Versión policial

Sobre el autor

Sigo con mi "Versión Policial" en un intento por destripar una realidad urbana que el ciudadano en ocasiones apenas intuye. Con "Ficción Literaria" les hago partícipes de mis devaneos con la escritura. Más en mis blogs: Sexo Exprés y Stop Bullying


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