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Lola Gracia

Vivir en el filo

Guiriland: Imitadores de Julio Iglesias

 

 

La vida es perfecta en Guiriland. Las personas humanas, casi todas rubias albinas de fosforecente tez asalmonada, cenan al borde del mar a las ocho de la tarde. A veces, es al borde de la carretera. En esta ocasión, los habitantes de tan paradisíaco lugar escuchan a un mal imitador de Julio Iglesias—soy un truhán, soy un señor— que es imposible creerse. Si tararease: soy un pobre diablo y he acabado con mis huesos cantando con un Yamaha barato para gente que no me escucha resultaría genuino y perdedor. Los habitantes de Guiriland no le habrían aplaudido pero yo sí. Total, nadie aplaude. Casi no charlan. Beben white and red wine. Nadie habla castellano, sólo el imitador de Julio Iglesias.

En Guiriland todo es como en una teleserie. Un show de Truman con atardeceres paradisíacos y camareros que parecen clones de Harry Belafonte y que sonríen y sonríen con unos dientes muy blancos pero que no entienden ni papa.” Acho, que quiero un quinto, el vino tinto para los coloraos”, le digo.

Ahí vienen otra vez esos dientes. El cantante se me figura ahora una versión calé de Tom Waits (“The piano is drunk, not me!). Dan ganas de regalarle unas chanclas aunque sea. “Déjate de sonrisas, brodel”, le digo a punto de llorar, pero el clon de Harry Belafonte no me capta.

Las chicas y maduras de Guiriland huelen todas igual. Es esa colonia a lo Rosa de Inglaterra. Pomposa, dulce, muuuuy floral. Van dejando su rastro palaciego, vestidas de baratillo, con ropillas del mercao que algún experto en otras latitudes diseña específicamente para ellas. Ellas que bajan a la playa con tiaras de flores plásticas y moños altos y bikinis elegidos con esmero en el centro comercial. Ellas y su bronceado naranja de pistola —todas el mismo naranja— en cuerpos tan alejados de la cadera mediterránea y de la raza del tordo que si no fuera porque a veces pasa la gorda de la fruta, una podría estar en cualquier otro paraíso guirilandés: las Antillas francesas, por poner un ejemplo.

La cúpula celeste de Guiriland se tiñe de violeta y el sol decide tomarse un descanso hasta mañana.

Temas

Relaciones, amor, vida. Lo que de verdad importa

Sobre el autor

Periodista por la Universidad Complutense de Madrid, escritora y gestora cultural. Investigadora de las relaciones humanas. Máster en sexología por la Universidad de Alcalá de Henares. Desarrollo trabajos como directora de comunicación


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