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Lola Gracia

Vivir en el filo

Compañeros de piso

 

 

 

Decían Masters and Johnson que un matrimonio sin sexo es poco matrimonio. Esta afirmación que parece de cajón no es compartida por un gran número de personas. Cuando digo esta frase en algún foro de chat o grupo de whatsapp levanto ampollas. Literalmente.

Detesto estos memes cursis que proclaman que el amor en pareja es compartir, cuidar y apoyar y no son besos, sexo o pasión. Los detesto porque son falsos. Si usted está en una pareja moribunda o cadáver desde hace 15 años, tales afirmaciones le convienen para mantenerse en su zona de confort. Desean pensar que con perpetrar un polvo marital protocolario cada 6 meses, o tres semanas como mucho, es suficiente para mantener a salvo la relación. Es posible. Pero ¿De qué forma?

Cada pareja es un mundo, justifican. Cierto es, puntualizaría Yoda. Pero yo que tengo menos arrugas, y alguna que otra experiencia vital, pese a todo, les digo: las parejas que tornan su actividad en compañerismo estudiantil derivarán peligrosamente por una senda de escapismo. Porque el vacío es insalvable y enfrentarlo muy incómodo.  Estamos bien, proclamará su monólogo interior. Estamos bien pero cada uno, poco a poco, casi sin notarlo comenzará por vivir un destino, unas fantasías y unos deseos no compartidos. Poco a poco, el muro se engrosa, vamos que se hace gordo de narices. Poco a poco, las palabras más escasas.

Y del silencio a la mentira hay un paso.

La pareja real debe compartir sus miserias, sus mentiras, sus miedos, sus fracasos, sus ensoñaciones con otros lechos, o sus realidades manifiestas con otras personas. Y ese es un primer paso para que esos dos —que se ven quizá únicamente a la hora de la cena— puedan retomar aquello que les unió hace diez, quince o veinte años atrás.

Pero vamos al sexo que es lo que molesta sobremanera. ¿Qué pasa con las parejas de ancianos que permanecen juntas? Me preguntan. No pasa nada. Aunque a usted le desagrade la visión de dos cuerpos desgastados, plagados de huellas del tiempo, aunque a usted le escandalice, la gente mayor practica sexo. De acuerdo, no se enredarán en intricadas posturas del Kamasutra pero sus ratos de regocijo —como explicaba una mujer muy sabia y cercana— los tienen.

¿Qué pasa con los parapléjicos o mal llamados discapacitados?

—¿Qué pasa?— Les pregunto yo.

No pasa nada, que también practican sexo cuando pueden y encuentran al partenaire adecuado. Igual y igual que homos y heteros de toda clase y condición.

El gran error es creer que todo el sexo es coito. El sexo tiene mil caras. Las palabras lo son, las sensaciones, los juegos de la piel. De hecho, las terapias de Masters and Johnson para prevenir la eyaculación precoz y la falta de erección proponen erradicar el coito durante un tiempo. Prohibición expresa para aliviar la presión, la ansiedad y la angustia de si llegaré, si me mantendré, sin conseguiré una relación sexual completa y normal. Esos pensamientos también son erróneos. Nada es normal. Normal es un programa de la lavadora.

La relación completa sexual no se define en ningún lugar, cada uno la construye con sus herramientas, opciones, decisiones y elecciones.

Pero no se engañen. Cuidar y acompañarse es muy saludable, nadie lo niega, pero eso no es el amor de pareja. Como practicar el coito esporádicamente con una misma persona tampoco convierte el evento en una relación de pareja.

Entiendo que en este mundo de prisas y sobresaltos cueste tanto encontrar el equilibrio pero mentirse a uno mismo y mentir a los demás no es justo para nadie.

Ustedes mismos. El tiempo pasa. Y no perdona.

Foto de  Katharina Shumskaya

Temas

Relaciones, amor, vida. Lo que de verdad importa

Sobre el autor

Periodista por la Universidad Complutense de Madrid, escritora y gestora cultural. Investigadora de las relaciones humanas. Máster en sexología por la Universidad de Alcalá de Henares. Desarrollo trabajos como directora de comunicación


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