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Lola Gracia

Vivir en el filo

El casting (“qué cansansio”)

 

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Me lo dijo muy serio y era un tío más bien chistoso: “pues sí, bonita, tú estás en proceso de casting. Y la cosa es mutua. Es decir, los tíos también te están examinando”.
Tenía razón. Las redes sociales, las aplicaciones de ligoteo son puro casting. Qué cansansio, como diría mi admirada Martha Debayle.

A ella la descubrí hace poco en el proceloso mar de Youtube. Martha es una famosa comunicadora mexicana, también empresaria y tiene un programa de radio diario que es cañón, como se dice en chilango. Tratan esos temas que a todos nos interesan. Mucho de relaciones, mucho de crecimiento personal. Me tiene enganchada.Bravo por ti, bella.
A lo que iba. Aquel sabio que me dijo lo del casting se llamaba Jose —creo recordar aunque, qué importa— vivía por mi zona y no fuimos novios, ni amantes ni medió entre nosotros ni un beso. Nos dimos algún paseo por la calle Mayor y se ofreció a transplantarme los ficus. Debí haber aprovechado la ocasión, qué caramba.
Hace unos dos años aterricé en este mundo de los separados. Al siguiente en el de los divorciados y aquí seguimos, de casting (qué cansansio) y aunque estuve sólo dos meses en una red social de ligoteo, aún restan secuelas de aquello.
Desde la separación hasta hoy habré conocido —sin exagerar— a unos 20 hombres de todos los tamaños y colores. De varias nacionalidades también: italianos, belgas, holandeses. También españoles, claro. Casi todo ha sido impersonal y frío. De todos estos, sólo me gustó uno y no demasiado. Intimidad con casi ninguno. ¿Exigente? Es posible. Pero no creo. Simplemente las normas de uso de las relaciones líquidas no van conmigo. Todo transcurre demasiado aprisa. A mi me encantan los paseos por barca y ellos me quieren montar en una moto de muchas cilindradas. No way. Me despeino y me pongo fea y desagradable. Da la sensación deque la mayoría buscan un “aquí te pillo, aquí te mato”. Lo respeto, pero no me va. De hecho, afirmaría sin temor a equivocarme que no nos gusta a ninguna salvo que tengamos un compañero sexual de confianza ¿Y para eso qué se necesita? Exacto: tiempo.
Y llegó el momento. Ese momento en el que me dije: “¡Qué cansasio, híjole, tate quieta mana!”. Y así estoy en plan “que el amor me encuentre” y reservando mis energías para todo lo demás.
Ya no me vuelvo loca por los bolsos Gucci, aunque me encanten. Lo que me obsesiona es exprimir cada minuto. El tiempo sólo se lo doy a quien me interesa. Rechazo las relaciones por whasap, a los tíos que te dan bola pero nunca van a verte y doy cero esperanzas a los que no me atraen nada. Detesto perder el tiempo y hacérselo perder a nadie. A veces soy de una franqueza intolerable y me dejo llevar por lo que mi amiga Silvia Arenas denomina el “sacral”. Si me da buen rollo, adelante. Si me da malo, si me pone en alerta, fuera. Si no entiendo sus chistes: “no future”.
Y sí, es cierto, ya me las sé todas. He aprendido a no contestar a hombres que casi no conozco porque la mayoría de ellos sólo están aburridos, no quieren ni conocerte en verdad. He aprendido a poner las reglas y no diré que soy una descreída, pero sí: los veo venir a kilómetros.
He aprendido a tener paciencia (cansansio cabrón); más bien pasotismo. Y la verdad, estoy tan ocupada con resolver mi propia vida que se acabó el rollo del casting. Como diría Homer: ¡Me aburro! y como diría Martha: el que tiene interés tiene pies. Hala, pues me pongo de nuevo en modo: “que el amor me encuentre”. Bye.

Relaciones, amor, vida. Lo que de verdad importa

Sobre el autor

Periodista por la Universidad Complutense de Madrid, escritora y gestora cultural. Investigadora de las relaciones humanas. Máster en sexología por la Universidad de Alcalá de Henares. Desarrollo trabajos como directora de comunicación


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