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Lola Gracia

Vivir en el filo

Mujeres salvajes

Las relaciones de pareja siempre son cosa de tres, o de cuatro. Incluso de media docena si se tercia. Así de compleja es la cosa. Un amigo mío psiquiatra dice que nosotras, las modositas, somos auténticos terremotos ¡Pocos secretos guarda en el confesionario de su consulta! “Tenéis más historias, dónde va a parar”. Y si no existiese este peso de la culpabilidad con el que nos tortura nuestra cultura judeo-cristiana, Madonna se quedaría en mantillas (añado).

Las mujeres inteligentes como Susan Sarandon lo tienen muy claro. La monogamia ad aeternum es una fantasía. Un absurdo irrealizable. Creo en la lealtad y en la fidelidad… a mi misma ¿Acaso fantasear con Brad Pitt mezclado con el Chanel nº5 no es poner los cuernos en cierto modo? El que esté libre de pecado que arroje la primera piedra. Moriríamos lapidados.

El estado natural de la mujer, de la mujer inteligente, es estar rodeada de hombres como ella. Siempre buscamos nuestros iguales. Eso de los polos opuestos es una mamarrachada. Por ejemplo, jamás me fijaría en un guaperas salvo que tuviese un punto creativo, estético, o un punto visceral, o un punto G especial. Tampoco en un tipo feo.

Lo describe muy bien Don Winslow en su novela “Salvajes”. Ofelia tiene dos novios. Chon y Ben: “Chon, folla, Ben hace el amor”. Es perfecto bajo mi punto de vista. Que este planteamiento parta de la pluma masculina lo hace más atractivo. Ahí tenemos un tipo que ha escuchado a sus mujeres.

No somos tan complicadas ¿Qué queremos las mujeres? Sencillo:  lo queremos todo ¿Difícil? Más que eso, es casi ciencia ficción en un país donde los hombres se preocupan más por el fútbol que por su hembra. Lo sé, vosotros sois rutinarios por naturaleza. Nosotras no. Se siente. Así que, si tras leer esto miráis a vuestra pareja de un modo especial estaréis en lo cierto: ella es más salvaje, más libre y seductora de lo que os imaginéis, salvo que esté colada: un estado de gilipollez transitorio que, como todo el mundo sabe, se cura con el tiempo y con la convivencia, ese veneno letal de cualquier amor.

La mujer no se conforma con un rol: unos días quiere ser diosa, princesa; otras puta y animal. O eso, o nada.Por eso vemos a tantas de nosotras refugiadas en el trabajo, hastiadas de vosotros, hombres-huevo que pasáis de mamá, o la nana, a otra cuidadora. Y os enamoráis de fotografías y fantasías en un bucle obsesivo de inmadurez y tontería.  Así que, si de pronto sentís que ella huele distinto o se viste diferente –si es que os fijáis, cosa que también me parecería un milagro—  la culpa es vuestra.  Además, es lógico ¿Quién va a querer conformarse con un besugo mustio con un mar lleno de preciosos delfines y bonitos? Pues ¡hala, ahí os quedáis! Me voy a la pescadería.

 

Imagen de Germán Sáez

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Temas

Relaciones, amor, vida. Lo que de verdad importa

Sobre el autor

Periodista por la Universidad Complutense de Madrid, escritora y gestora cultural. Investigadora de las relaciones humanas. Máster en sexología por la Universidad de Alcalá de Henares. Desarrollo trabajos como directora de comunicación


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