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Cuando ruge la marea

 

Hay lugares en los que la naturaleza por sí sola ha creado una belleza tal que, queramos o no, caemos rendidos ante ella; Otros, en los que ha sido la mano del hombre la que ha construido un edificio de tal magnitud, que también sucumbimos ipso facto. Pero, ¿y aquellos en los que se une el hacer natural con el brazo del hombre? Entonces, es el acabose. Y no exagero. Allá que nos vamos. ¿Se vienen?

La costa del norte de Francia es de esas para recorrer con calma porque hay que ir parando muy a menudo si uno no quiere perderse rincones de esos para quedarse boquiabierto y ojiplático a la vez. pilornesred4

Hoy la parada es en un pequeño pueblo amurallado: Saint Malo. Aquello que siempre decimos a modo de toma de contacto: “vamos a dar una vuelta”, aquí se puede hacer en sentido literal. El “Paseo de Ronda” lo es por todo lo alto de la muralla que rodea, en unos casi tres kilómetros, todo el perímetro de la ciudad.

Ello permite una doble perspectiva. Desde esta altura, intramuros, podemos ver todo el entramado de estrechas calles, tejados, etc. Pero con un pequeño giro extramuros, entonces las vistas lo son hacia el mar. Y aquí, se acrecienta la belleza.

Un “bosque” a pie de playa y, de muralla.

La muralla está protegida con un rompeolas formado por pilones de madera. Están situados a pie de playa. Hay mucha inteligencia detrás.

ofiturmalorecortadaFrenan la fuerza bruta del mar. Tienen “unas raíces” de una profundidad bajo la arena de más de un metro y medio, para poder hacer frente a la embestida de las olas. En esta zona, la marea puede llegar a subir unos catorce metros. Y la playa, que tiene una longitud para llegar hasta poder mojarnos los pies de casi un kilómetro, desaparece por completo. Un detalle de la humedad se aprecia en los tejados, que aparecen colonizados por líquenes, ¡Ahí, en esas alturas, crecen!

¡Lo que cambian los lugares según qué día los visitemos! Este rompeolas tiene casi una doble personalidad al puro estilo del Dr. Jekyll y Mr. Hyde.

Cuando los vi el mar estaba sereno. Mientras caminábamos por la muralla, me contaban amigos que habían vivido allí, que cuando la marea sube, impresiona ver cómo el mar se cuela entre esta escollera de madera, que llega incluso a desaparecer de la vista. “Algo con fuerza hipnotizante”, me decía un fotógrafo. Yo me quedé con las ganas de verlo “en plena acción”. Me he tenido que consolar con una postal, que guardo como un tesoro.

En los días de mar en calma, hasta apetece jugar al escondite en este “bosque” que tiene encanto e ingenio a la vez. pilonesenaccion

En tierra firme encontramos un guiño arquitectónico a este dique de pilones. El diseño de la Oficina de Turismo, situado en la entrada de la ciudad, anticipa visualmente lo que después nos espera en la playa.

A mí me gusta porque es también un ejemplo de la eterna lucha del hombre y la naturaleza. En ocasiones gana uno. En otras, ya no.

Y sí, tendré que volver cuando la marea suba. ¿Será, tal vez, que también con la marea baja uno puede quedar hipnotizado de la belleza del lugar?

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