El procedimiento ya tiene su número de expediente en curso. La UNESCO decidirá en la capital francesa si ese manjar malagueño merece entrar en la lista de bienes declarados “Patrimonio de la Humanidad”. En la categoría de inmaterial.
Prestigio y turismo, una pareja indisoluble tras la Declaración
Así sucede cuando un bien cuenta con el sello de calidad que supone estar en el listado de “Patrimonio de la Humanidad”. Toda una marca, una distinción. Y con ella, ipso facto el sitio de que se trate, pasa a recibir muchísimos más turistas.
El turismo crea grandes paradojas
Todos queremos que vengan turistas pero la cosa se complica cuando vienen demasiados. Aquel “nada en exceso” del Oráculo de Delfos es la solución. Claro que dar con este justo equilibrio es un tema peliagudo, requiere estudios serios e investigaciones.
En una ocasión un señor me pidió que le hiciera una fotografía junto a la placa donde figura el reconocimiento de la UNESCO. “Por favor que salga bien la placa”, me rogaba. Yo, sorprendida por ese interés, le pregunté si él no quería salir bien. “Lo importante es la placa”, insistía. Me contó que era coleccionista y, ¿adivinan qué colecciona? ¡Haber visitado sitios declarados Patrimonio de la Humanidad! “Rara avis” le decía yo cuando me explicaba orgulloso su gran colección. Lo tiene casi a tiro de piedra porque España es el segundo país con mayor número de lugares declarados Patrimonio de la Humanidad. El triunvirato lo encabeza Italia y lo cierra Francia. No es una lista cerrada porque cada año entran nuevos bienes. China viene pisando fuerte en este elenco
La masificación de los Patios de Córdoba
Hace poco hablaba con una joven investigadora cordobesa. En el año 2012 estos pequeños lugares llenos de arte y vegetación donde se mezcla la cercanía de los espacios íntimos de una casa, pero a la vez estar a cielo abierto, recibieron este respaldo de la UNESCO.
Y esta investigadora está estudiando precisamente la masificación que se da en ellos con motivo del Festival de los Patios. “Tema complicado”, me contaba. Más que nada porque el espacio de acceso es pequeño y porque la primavera a todos nos sorprende casi a la vez, como si fuera un arrebato sociológico unificado. Vaya que es quitarse el abrigo y ya estamos deseosos de sentirla por todos los poros: oler esta flor, aquella otra que florece también. Y si a ello le unimos la palabra “Fiesta”, entonces ya los pies se van solos. Pero si tenemos que hacer colas, pisotones por aquí, empujones mientras hacemos una fotografía a un geranio… Entonces aquel arrebato sublime que nos invadía pierde todo su placer. Siempre quedará el azahar de los naranjos como consuelo, eso sí.
Para poder ser incluidos en la Lista de Bienes hay diez criterios de selección. Basta cumplir uno de ellos para poder quedar catalogado. Y en el caso de los espetos… ¡cumplen más de la mitad!
Con los espetos, ando yo ya un poco preocupada. Les cuento por qué no duermo como un lirón desde que se ha incoado el proceso. En temas de turismo se habla mucho de la “patrimonialización de la gastronomía”. A mí me costó entenderlo a la primera. La gastronomía se transforma en un producto turístico y pasa a convertirse como tal en un recurso económico con el riesgo de su homogeneización. Y al final, se pierde la autenticidad. Y no quisiera yo que les pasara algo así a estos sabrosos manjares a pie de playa, que juegan con fuego, sal, brisa, cañas… mezcla que te puede llevar a la locura. Otro arrebato sublime también. Y a cielo abierto, esta vez, junto al mar.